Oh María, Madre de la Misericordia,
ponemos en tu Corazón Inmaculado
a todos nuestros hermanos que han partido de esta vida.

Tú que estuviste al pie de la cruz,
acompaña a las almas que atraviesan el umbral de la eternidad.

Llévalas con ternura a la presencia de Jesús,
y aboga por su entrada en el Reino de los Cielos.

Que tu amor maternal les conceda paz y descanso,
y a nosotros nos dé consuelo y esperanza.

Amén.